martes, 7 de diciembre de 2010

El arte del remiendo


Cada día es más notorio en sociedades modernas y desarrolladas el gusto por lo "retro". Pareciera que el ametrallamiento del mercado, que ofrece nuevos y novedosos productos, estuviera causando cierto empalagamiento de artículos sin otras aportaciones que funcionalidad, tecnología punta, diseño… siendo constatable que cuando uno de estos elementos falta, el producto no sirve. Ha llegado la hora del remplazo.

Resulta paradójica la abundancia de garitos de onda retro en una ciudad tan moderna como Berlín, la concurrencia de personas en mercadillos como el Rastro de Madrid, o la proliferación de tiendas y locales que hacen del barrio madrileño de Malasaña un lugar desvencijado y original. La moda retro es propagadora filosófica de los atributos del ser, pura metafísica de la vida para la que toda cosa es única, buena, bella y verdadera.

Bajo esta reflexión podríamos pensar que Cuba es el paraíso retro, y la Habana, su mejor escaparate. No resulta raro la fascinación de quienes visitan la isla por una realidad que pareciera detenida en el tiempo, estandarte de los años 50. En Cuba todo es "retro", la gran diferencia es que Cuba es "retro" por obligación, de este modo la filosofía que nos hace entender el auge de la moda retro en Europa se hace añicos a nuestros pies.

La filosofía de la “reparación” es la filosofía del cubano. Todo es útil mientras se pueda reparar, arreglar, transformar, reciclar, pero no por amor al valor de las cosas, sino por el temor a carecer de ellas. Los colchones se vuelven a tapizar, al igual que los muebles. Los zapatos se remiendan o se vulcanizan, se hacen ventiladores de los motores en desuso de las lavadoras soviéticas. Para todo hay una solución y es la necesidad la filosofía de fondo. El arte del remiendo está tan patente en Cuba que muchos cubanos se ganan la vida (que en cubano es lo mismo que malvivir) con pequeños y casi siempre ilegales puestos o talleres de reparación en el que cualquier resurrección es posible. Una simple y antigua maquina de coser es artífice del más puro milagro.

Soy un fiel defensor de lo antiguo –que es diferente a viejo- y pienso que casa cosa tiene su valor, de ahí a que debamos frenar el consumo desmedido de artículos y productos que verdaderamente no necesitamos, pero no se puede vivir del remiendo, como en Cuba, una isla en la que se remiendan hasta las ideas. Ojalá y los cubanos, llegado el momento, sepamos distinguir lo viejo de lo antiguo, para seguir poniendo parches a aquello que verdaderamente merezca la pena.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Sensacionalismo o punk: ésa es la cuestión


Cuando el punk irrumpió en la juventud de finales de los '70 a bombo y platillo no se sabía si se trataba de una manera violenta por parte de los jóvenes en defecar sobre la tumba del movimiento hippie o si era un panfleto sensacionalista de una sociedad y una cultura sedienta de carnaza fresca para las hienas. Los Sex Pistols, The Stooges, The Damned, The Clash y toda la hostia aparecieron uniformados de antisociales esquizofrénicos, sin tener ni pajolera idea de tocar y ocupando las portadas de los principales periódicos por ser los primeros jóvenes rockeros en atreverse a escupir en los billetes con la cara de la Reina de Inglaterra. De la misma manera que hoy se hace con Amy Winehouse o Pete Doherty y que se había intentado con el exceso de The Rolling Stones o The Doors en la segunda mitad de los '60, el punk había conseguido el cometido que la prensa británica de Rupert Murdoch llevaba planteándose muchos años en lo que a cultura y exposición pública, política y social se refiere.

En películas como The Filth and the Fury o documentales que se han hecho, mismamente, sobre grupos españoles como La Banda Trapera del Río o la banda argentina Los Violadores se ve el vello púb(l)ico del punk en pañales, sin conocer el negocio que habría detrás de toda esa suciedad y esa rabia juvenil contenida, de esa pubertad veloz y ese vive rápido, muere joven que acunarían descerebrados como Sid Vicious (bajista de Sex Pistols e imagen espiritual de la banda, aunque no tuviera ni puta idea de tocar) como esquema de vida joven. Aquel No future se acabaría transformando en Sí que hay futuro: y da mucha pasta, tanto para la prensa como para los que cogemos la guitarra y berreaban un poco. Como bien dicen en la web Colombia Punk, "los punks crearon una auténtica moda tanto en lo musical como en lo estético, lo que hizo que fueran mirados como los bichos raroa raras del sistema. Los punks abogaban por el nihilismo y la anarquía. Despreciaban a la sociedad y sus valores", y todo éso no es más que un dulce aún sin abrir para una prensa que pretendía justificar las acciones del IRA con un gaseado social que comience con la rebelión juvenil del punk y acabe con la repentina muerte de un género que se considera sólo tuvo dos años de rebeldía real: de 1977 a 1979. ¿Qué más podía pedir la prensa teniendo en su mano la carta de ingreso en la contracultura, la justificación de la violencia juvenil que se había visto a más baja escala con los encontronazos entre mods y rockers y, sobre todo, lograr esa tibia conexión que siempre había existido entra la conservadora prensa de masas y el interés de un movimiento juvenil desarmado mentalmente como era el punk (a diferencia de los Diggers y los popes de la contracultura americana de los '60 antes que el LSD hiciera mella en ellos)?

Sin embargo, aún hoy reportajes como el del periódico mexicano Excelsior se hacen eco de un aniversario que ya se cuenta por más de tres décadas, que sigue ocupando portadas de revistas y un concepto, del del punk, que lo mismo sirve para colocarlo un rótulo a Lady Gaga que para hablar de la kale borroka o la influencia de tribus urbanas juveniles como los emo o los latin kings. Una subcultura que comenzó siendo un bonito negocio de Malcolm McLaren y acabó siendo el calificativo del escupitajo social. Pero eso sí: bien maquillado.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Foto denuncia

Sí, tú mismo. No mires a los lados, te señalo a ti…

Esta fotografía publicada en el diario digital SUR.es hace resonar en mi cabeza una pregunta que escuché hoy en el informativo: ¿Estaremos en el despegue de África?

La justificación a tal cuestionamiento, según el reportaje del informativo, se debía a que en África había menos guerras y dictaduras que antes, jóvenes más preparados, personas con ganas y necesidad de trabajar, recursos, tierras… Todo ello puede resultar paradójico cuando observas atentamente esta imagen. ¿En qué piensas? Puede que sea cierto y África está a punto de despegar, puede que África necesite una mirada optimista, pero… Mira la foto. No podemos olvidar realidades más latentes aún: hambre, enfermedades, desnutrición, analfabetismo, guerra, miseria, olvido, olvido, olvido… Mira la foto. Un graffiti en un muro del primer mundo es suficiente para callar nuestras conciencias. Para algo tenía que servir el arte urbano, ¿no?

La imagen denotativa es la de un niño negro, de cabeza grande y piel brillosa por el sol y el sudor, un sol intenso que suponemos por la intensidad de la luz que ilumina el lado derecho del plano, ojos redondos, rostro triste y vestido con sencillez. El niño señala con su mano derecha. Los colores son ocres y escasos. La imagen es bastante simétrica y ocupa la totalidad del espacio. Se trata de un primer plano y el punto central coincide con la punta del dedo del niño. Da sensación de profundidad.

La imagen connotativa nos revela sin lugar a dudas que el niño es africano, lo sabemos por su cara de tristeza, por el brillo del sol abrazador en su frente, por la cabeza grande (signo de desnutrición), por la falta de sonrisa. Los colores son los de la tierra, y es que cuando pensamos en África pensamos en tierra, lodo, suciedad. Su ropa es pobre y su mirada triste. La imagen evidencia una denuncia: el niño nos mira fijamente y nos señala con el dedo. ¿Será que tiene hambre? ¿Será que está enfermo? ¿Tendrá miedo de algo? Nos pide ayuda, nos reclama atención.

Me gusta el verde de su ropa. Tradicionalmente decimos que el verde es el color de la esperanza. Sus ropas son de un verde pálido como la palidez de nuestras conciencias. Nos mira. Nos señala. Nos espera.

Este niño es más que una pintura en un muro. Y no es sólo uno, son millones. Y no es únicamente negro, ni sus ojos son siempre redondos… Sigamos mirando hacia África con optimismo, como hoy en el informativo, pero seamos consientes, el despegue de África depende también de nosotros. Aún queda mucho por hacer.

Re evolución


Jay-Z. El rapero, el negrata, el único con permiso de acceso a compartir almohada con Beyoncé, el yonki que se subvencionaba la leche, el pan y las botellas de Jack Daniels vendiendo crack en Brooklyn es el personaje elegido por El País Semanal el pasado domingo para hilar en una entrevista un reportaje amplio sobre la figura del que, posiblemente junto a 50 Cent, Kanye West y Lil' Wayne, haya sido uno de los raperos más importantes de los que llevamos en el nuevo milenio. Pura evolución del género. Y de las formas de hacer pasta.

¿Qué es primero? ¿El huevo o la gallina? ¿Dios o el demonio? ¿El concepto gangsta o la aceptación popular? ¿La chulería mediática o los pollos a 50 U$S debajo del puente de Brooklyn? Probablemente poco importe cuando te has convertido en uno de los artistas mas influyentes del globo terráqueo, te has expandido a otros géneros, has sido el primer rapero en encabezar el Woodstock actual (Glastonbury), has creado una maquinaria de amor, felicidad, envidia y billetes junto a Beyoncé Knowles y has firmado hits que son puras gemas para el imaginario colectivo como 99 Problems. El País Semanal afirma lo que aquí se escribe, catalogándolo incluso con el rótulo de "el mejor rapero de la historia" (quizás se olviden de 2pac o Snoop Dogg) y acercando su imperio monetario al de, incluso, Warren Buffet (su foto junto al magnate en Forbes amerita la comparación, todo sea dicho). El suplemento de El País se deshace en halagos y le mola dar cuenta de cómo el sueño americano se cumple. Incluso para los camellos negros sin aparente salida.

Autocatalogado como superviviente, entero a pedazos y bastante más en forma que hace unos años, cuando el éxito parecía insostenible, Jay-Z se comporta como lo que es: uno de los tótems musicales más importante de nuestros días no sólo por sus composiciones, sino por el sitio y las licencias que se permite con Obama, Clinton o el mismo Buffet, por tener el sello de rap más importante del mundo, por haberse hecho amigo de sus enemigos y, claro, por vender más discos que churros el día 1 de enero. Lo bueno de todo esto no es lo grande que se ha hecho Jay siendo un mierda hace tres lustros, sino la manera que ha tenido de captar la esencia de la música actual, sin adoptar los cánones típicos, animándose a versionar a Radiohead, mofarse de Oasis en directo o aceptar que un género como el hip hop, del que él es el auténtico líder, está prácticamente acabado o, cuanto menos, agotado.

La evolución de la rebelión contracultural en los tiempos que corren está baja en calorías. Jay-Z ayuda a engordar la utopía del joven rico que no tiene tristeza, pero sí tiene un par de ideas y varios ases en la manga. Nunca te fíes de un camello. Bueno, de éste sí.

¡Sumbawamba!

Yeah. Hemos llegado. ¿Y? Dig Yourself se caga en las tendencias y cánones que denominan cultura a lo que no es y nos imponen supuestos revulsivos para alterar nuestros gustos. No hacemos la revolución. No militamos por nada ni nadie. Simplemente, azotaremos al personal con las propuestas culturales y artísticas que nos parezcan más molonas, subterráneas, desconocidas e interesantes del panorama actual. De la misma manera que Los Diggers lo hicieran con la rebelión cultural de la generación beat y el impulso hippie de finales de los '70, os proponemos un cambio de estación y una propuesta: apagad la tele y aprovechad la cultura. ¡Necios!

You! Dig Yourself!