jueves, 2 de diciembre de 2010

Sensacionalismo o punk: ésa es la cuestión


Cuando el punk irrumpió en la juventud de finales de los '70 a bombo y platillo no se sabía si se trataba de una manera violenta por parte de los jóvenes en defecar sobre la tumba del movimiento hippie o si era un panfleto sensacionalista de una sociedad y una cultura sedienta de carnaza fresca para las hienas. Los Sex Pistols, The Stooges, The Damned, The Clash y toda la hostia aparecieron uniformados de antisociales esquizofrénicos, sin tener ni pajolera idea de tocar y ocupando las portadas de los principales periódicos por ser los primeros jóvenes rockeros en atreverse a escupir en los billetes con la cara de la Reina de Inglaterra. De la misma manera que hoy se hace con Amy Winehouse o Pete Doherty y que se había intentado con el exceso de The Rolling Stones o The Doors en la segunda mitad de los '60, el punk había conseguido el cometido que la prensa británica de Rupert Murdoch llevaba planteándose muchos años en lo que a cultura y exposición pública, política y social se refiere.

En películas como The Filth and the Fury o documentales que se han hecho, mismamente, sobre grupos españoles como La Banda Trapera del Río o la banda argentina Los Violadores se ve el vello púb(l)ico del punk en pañales, sin conocer el negocio que habría detrás de toda esa suciedad y esa rabia juvenil contenida, de esa pubertad veloz y ese vive rápido, muere joven que acunarían descerebrados como Sid Vicious (bajista de Sex Pistols e imagen espiritual de la banda, aunque no tuviera ni puta idea de tocar) como esquema de vida joven. Aquel No future se acabaría transformando en Sí que hay futuro: y da mucha pasta, tanto para la prensa como para los que cogemos la guitarra y berreaban un poco. Como bien dicen en la web Colombia Punk, "los punks crearon una auténtica moda tanto en lo musical como en lo estético, lo que hizo que fueran mirados como los bichos raroa raras del sistema. Los punks abogaban por el nihilismo y la anarquía. Despreciaban a la sociedad y sus valores", y todo éso no es más que un dulce aún sin abrir para una prensa que pretendía justificar las acciones del IRA con un gaseado social que comience con la rebelión juvenil del punk y acabe con la repentina muerte de un género que se considera sólo tuvo dos años de rebeldía real: de 1977 a 1979. ¿Qué más podía pedir la prensa teniendo en su mano la carta de ingreso en la contracultura, la justificación de la violencia juvenil que se había visto a más baja escala con los encontronazos entre mods y rockers y, sobre todo, lograr esa tibia conexión que siempre había existido entra la conservadora prensa de masas y el interés de un movimiento juvenil desarmado mentalmente como era el punk (a diferencia de los Diggers y los popes de la contracultura americana de los '60 antes que el LSD hiciera mella en ellos)?

Sin embargo, aún hoy reportajes como el del periódico mexicano Excelsior se hacen eco de un aniversario que ya se cuenta por más de tres décadas, que sigue ocupando portadas de revistas y un concepto, del del punk, que lo mismo sirve para colocarlo un rótulo a Lady Gaga que para hablar de la kale borroka o la influencia de tribus urbanas juveniles como los emo o los latin kings. Una subcultura que comenzó siendo un bonito negocio de Malcolm McLaren y acabó siendo el calificativo del escupitajo social. Pero eso sí: bien maquillado.

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