jueves, 25 de noviembre de 2010

Foto denuncia

Sí, tú mismo. No mires a los lados, te señalo a ti…

Esta fotografía publicada en el diario digital SUR.es hace resonar en mi cabeza una pregunta que escuché hoy en el informativo: ¿Estaremos en el despegue de África?

La justificación a tal cuestionamiento, según el reportaje del informativo, se debía a que en África había menos guerras y dictaduras que antes, jóvenes más preparados, personas con ganas y necesidad de trabajar, recursos, tierras… Todo ello puede resultar paradójico cuando observas atentamente esta imagen. ¿En qué piensas? Puede que sea cierto y África está a punto de despegar, puede que África necesite una mirada optimista, pero… Mira la foto. No podemos olvidar realidades más latentes aún: hambre, enfermedades, desnutrición, analfabetismo, guerra, miseria, olvido, olvido, olvido… Mira la foto. Un graffiti en un muro del primer mundo es suficiente para callar nuestras conciencias. Para algo tenía que servir el arte urbano, ¿no?

La imagen denotativa es la de un niño negro, de cabeza grande y piel brillosa por el sol y el sudor, un sol intenso que suponemos por la intensidad de la luz que ilumina el lado derecho del plano, ojos redondos, rostro triste y vestido con sencillez. El niño señala con su mano derecha. Los colores son ocres y escasos. La imagen es bastante simétrica y ocupa la totalidad del espacio. Se trata de un primer plano y el punto central coincide con la punta del dedo del niño. Da sensación de profundidad.

La imagen connotativa nos revela sin lugar a dudas que el niño es africano, lo sabemos por su cara de tristeza, por el brillo del sol abrazador en su frente, por la cabeza grande (signo de desnutrición), por la falta de sonrisa. Los colores son los de la tierra, y es que cuando pensamos en África pensamos en tierra, lodo, suciedad. Su ropa es pobre y su mirada triste. La imagen evidencia una denuncia: el niño nos mira fijamente y nos señala con el dedo. ¿Será que tiene hambre? ¿Será que está enfermo? ¿Tendrá miedo de algo? Nos pide ayuda, nos reclama atención.

Me gusta el verde de su ropa. Tradicionalmente decimos que el verde es el color de la esperanza. Sus ropas son de un verde pálido como la palidez de nuestras conciencias. Nos mira. Nos señala. Nos espera.

Este niño es más que una pintura en un muro. Y no es sólo uno, son millones. Y no es únicamente negro, ni sus ojos son siempre redondos… Sigamos mirando hacia África con optimismo, como hoy en el informativo, pero seamos consientes, el despegue de África depende también de nosotros. Aún queda mucho por hacer.

Re evolución


Jay-Z. El rapero, el negrata, el único con permiso de acceso a compartir almohada con Beyoncé, el yonki que se subvencionaba la leche, el pan y las botellas de Jack Daniels vendiendo crack en Brooklyn es el personaje elegido por El País Semanal el pasado domingo para hilar en una entrevista un reportaje amplio sobre la figura del que, posiblemente junto a 50 Cent, Kanye West y Lil' Wayne, haya sido uno de los raperos más importantes de los que llevamos en el nuevo milenio. Pura evolución del género. Y de las formas de hacer pasta.

¿Qué es primero? ¿El huevo o la gallina? ¿Dios o el demonio? ¿El concepto gangsta o la aceptación popular? ¿La chulería mediática o los pollos a 50 U$S debajo del puente de Brooklyn? Probablemente poco importe cuando te has convertido en uno de los artistas mas influyentes del globo terráqueo, te has expandido a otros géneros, has sido el primer rapero en encabezar el Woodstock actual (Glastonbury), has creado una maquinaria de amor, felicidad, envidia y billetes junto a Beyoncé Knowles y has firmado hits que son puras gemas para el imaginario colectivo como 99 Problems. El País Semanal afirma lo que aquí se escribe, catalogándolo incluso con el rótulo de "el mejor rapero de la historia" (quizás se olviden de 2pac o Snoop Dogg) y acercando su imperio monetario al de, incluso, Warren Buffet (su foto junto al magnate en Forbes amerita la comparación, todo sea dicho). El suplemento de El País se deshace en halagos y le mola dar cuenta de cómo el sueño americano se cumple. Incluso para los camellos negros sin aparente salida.

Autocatalogado como superviviente, entero a pedazos y bastante más en forma que hace unos años, cuando el éxito parecía insostenible, Jay-Z se comporta como lo que es: uno de los tótems musicales más importante de nuestros días no sólo por sus composiciones, sino por el sitio y las licencias que se permite con Obama, Clinton o el mismo Buffet, por tener el sello de rap más importante del mundo, por haberse hecho amigo de sus enemigos y, claro, por vender más discos que churros el día 1 de enero. Lo bueno de todo esto no es lo grande que se ha hecho Jay siendo un mierda hace tres lustros, sino la manera que ha tenido de captar la esencia de la música actual, sin adoptar los cánones típicos, animándose a versionar a Radiohead, mofarse de Oasis en directo o aceptar que un género como el hip hop, del que él es el auténtico líder, está prácticamente acabado o, cuanto menos, agotado.

La evolución de la rebelión contracultural en los tiempos que corren está baja en calorías. Jay-Z ayuda a engordar la utopía del joven rico que no tiene tristeza, pero sí tiene un par de ideas y varios ases en la manga. Nunca te fíes de un camello. Bueno, de éste sí.

¡Sumbawamba!

Yeah. Hemos llegado. ¿Y? Dig Yourself se caga en las tendencias y cánones que denominan cultura a lo que no es y nos imponen supuestos revulsivos para alterar nuestros gustos. No hacemos la revolución. No militamos por nada ni nadie. Simplemente, azotaremos al personal con las propuestas culturales y artísticas que nos parezcan más molonas, subterráneas, desconocidas e interesantes del panorama actual. De la misma manera que Los Diggers lo hicieran con la rebelión cultural de la generación beat y el impulso hippie de finales de los '70, os proponemos un cambio de estación y una propuesta: apagad la tele y aprovechad la cultura. ¡Necios!

You! Dig Yourself!